jueves, 24 de octubre de 2013

Laberintos, bellos espacios de confusión


Este artículo fue publicado en el blog de acceplan.wordpress.com. junio 2013.

El espacio se refleja como en un espejo en la mente del observador y dependiendo de quién sea éste y como esté en cada momento se refleja de diferente manera.
 
La orientación o más concretamente la desorientación, es un tema objeto de estudio de diferentes campos. En literatura por ejemplo, nos incita a imaginar que un personaje vaga sin rumbo, hasta encontrar una salida (¿encontrarse con uno mismo?) o no llegar jamás a encontrarla. Escritores reconocidos como la uruguaya Cristina Peri Rossi han escrito innumerables cuentos sobre la pérdida de rumbo como transgresión a lo convencional, que uno de sus analistas (Jung Seung Hee, Universidad Nacional de Seúl) denomina “el arte de la desorientación”. La “Teoría de la Deriva” es otra línea de indagación sobre “vagar sin rumbo” y Kevin Linch señala en sus textos que perderse es una experiencia muy desagradable y llena de terror. Esta aseveración representa una tensión a veces insoportable que sufren los personajes de Jorge Luis Borges sobre perderse…el caos…lo infinito.

 ¿Pero cuál es el significado de “orientación” en el contexto de la accesibilidad, un ámbito de investigación y de diseño que debería aportar las soluciones más adecuadas para que el funcionamiento humano sea autónomo, confortable y armónico? Es una aptitud que permite mantener constante la localización del propio cuerpo en permanente interacción con los elementos humanos y materiales que lo rodean;  permite el desenvolvimiento espacial, la movilidad y como resultado, la comunicación y la realización de actividades en el espacio. Para la CIF (Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud) las funciones mentales de la orientación están relacionadas con el conocimiento y permiten establecer la relación en que nos situamos con respecto a nosotros mismos, otras personas, al tiempo y a lo que nos rodea.

 Orientación y estructuración espacial son los pilares que hacen posible la movilidad, son facultades que las personas poseen para organizar el espacio, crear modelos mentales y a través de otras, como la memoria, recordarlos.  Por eso las personas con menos habilidades para la orientación tienen más dificultades para desplazarse, movilizarse, incluso comunicarse.

 La capacidad humana de orientación, cuando no está alterada, permite superar dificultades a través de la posibilidad de reconocer e identificar referencias en el espacio, del conocimiento del camino y  de las direcciones que hay que tomar desde un origen a un destino. Si la persona tiene menos habilidades espaciales, puede desarrollar otras gracias a su capacidad de adaptación. Pero para eso se requieren soluciones que sean orientadoras, accesibles y facilitadoras. Cuando se sospecha que una persona padece una alteración de la memoria espacial, se la puede someter al test del laberinto visual. Puede suceder que durante ese experimento (en situación de aislamiento) cometa algunos errores, sin embargo una vez en el exterior, en un recorrido real, tenga menos problemas al existir una serie de referencias que lo orientan y conducen al conectar con su parte más capaz: carteles luminosos, fachadas de edificios, vegetación, señales de tráfico.

 Ahora imaginemos un espacio que no podemos reproducir mentalmente por su complejidad o porque nuestra mayor habilidad no es la espacial, o porque debido a un accidente, estuviera mermada. ¿Cómo vamos a poder desenvolvernos de forma autónoma? Tendremos que recurrir a fórmulas de apoyo, personas y señales, para sustituir la falta de claridad y de accesibilidad.  A ese espacio que presenta barreras para la orientación, el reconocimiento y la movilidad, lo denomino espacio laberíntico,  incluso cuando sean tan bellos como el pueblo de Manarola en Italia.

Ciudad de Manarola, Italia

Un laberinto, tal como lo conocemos en la mitología griega, es resultado del ingenio, espacios perfectos para el escondite y para guardar secretos y misterios. Pero lo lúdico de sus características espaciales que es hoy uno de sus atractivos, se opone a  la experiencia de su recorrido: es una forma urbanística o arquitectónica que conduce a la confusión. La experiencia del laberinto es compleja, exige superar la sensación de desorientación o pérdida (“emociones desconcertantes” según Silvia López Rodríguez en su tesis sobre La Deriva). No saber cómo y hacia dónde ir, puede resultar para unas personas muy atractivo - porque se trata de un juego y un descubrimiento, sabiendo con seguridad que van a salir  - y para otras (con discapacidad intelectual o cognitiva, mayores, o simplemente aquellas que se estresan con facilidad) es una experiencia difícil de superar, un estado de confusión o desconcierto, consecuencia de lo que denomino “el efecto laberinto”. (El dibujo que sigue, está tomado del blog El Omega del 15/8/2012).
Representación de la ciudad percibida como laberinto
 
Ese estado de confusión que afecta el comportamiento de las personas con pérdida de su capacidad de atención y de concentración ha sido estudiado desde finales del siglo XIX por paradigmas e investigaciones experimentales. Son entre otros conocidos “el efecto Stroop o Jaensch”, acerca de la ralentización de las reacciones naturales en determinadas situaciones de tensión, en este caso frente a algo tan sencillo como un panel de palabras que representan colores pero están escritas con una tinta diferente al de su significado.
 
Cartel Efecto Stroop

El “paradigma de búsqueda”, concluye que a medida que aumenta el número de ítems presentados el sujeto tarda más en dar una respuesta. Y es especialmente interesante el experimento del “precipicio o abismo visual” con bebes, quienes ya perciben diferencias espaciales o profundidades desde los seis meses y medio. Más recientemente, en 2012, especialistas de la Universidad del País Vasco (GICI/UPH/EHU) presentaron un estudio experimental realizado con 49 participantes para detectar casos de bloqueo ante condiciones estresantes, buscando a través de las TIC como apoyo, poder enfrentar mejor esas situaciones.
 
 Romper el “efecto laberinto”
 
El diseño accesible debería fundamentar sus actuaciones en la rotura del “efecto laberinto” (como experiencia espacial cuya complejidad es innecesaria). Diseñar laberintos urbanos y arquitectónicos sin que su lectura pueda hacerse desde que entramos hasta que salimos, es resultado del diseño de grandes espacios y grandes arquitecturas. Pero no todo es monopolio de lo grande y lo amplio. Se pueden diseñar “laberintos en pequeño”, debido a la falta de criterio para la facilitación, del desconocimiento de cómo funcionan las personas o de no reconocer que no se sabe cómo arribar a un diseño ausente de dificultades. La rotura del efecto laberinto es un principio que debería aplicarse a  lo grande y a lo pequeño, urbanismo y arquitectura, espacios urbanos y rurales. Para eso están las diferentes escalas del diseño, que van desde la mayor a la menor. Y utilizando estrategias, facilitar la orientación para que, desde lo macro a lo micro se vayan rompiendo barreras espaciales, no físicas sino mentales.
 
 La ruptura del efecto laberinto se resuelve delimitando zonas funcionales, centralizando espacios clave, facilitando los desplazamientos con elementos de diseño que actúen de apoyo o guía, teniendo en cuenta umbrales, límites o secuencias en grandes longitudes. Y resolviendo uno de los grandes problemas de los laberintos: las encrucijadas, que si no pueden ser evitadas deben resolverse con diseños que expresen claras llamadas de atención para direccionar o colocando pictogramas con significado dentro del contexto. Por su importancia  cito aquí al ARASAAC, un portal de la Comunidad de Aragón que desarrolla un “Sistema Pictográfico para la Comunicación Aumentativa”.
Modelo pictograma ARASAAC

Edificios accesibles, orientadores, que ofrecen seguridad y comodidad, son muchos. Pero me vienen a la memoria algunos que contienen elementos que los destacan por encima del conjunto de las arquitecturas accesibles: algunas guarderías infantiles son un ejemplo para reproducir conceptualmente. Pero no solo porque sean edificios pensados para el colectivo infantil, es mucho más que eso. Es porque los criterios de partida han tenido en cuenta que el diseño del edificio debe transmitir conocimientos, ser orientador y como resultado accesible y muy confortable.



Aula de usos múltiples de la guardería Pablo Neruda, Alcorcón


Un ejemplo internacional, con una semántica absolutamente irrefutable, es la Biblioteca de Kansas ya que desde su exterior es una llamada a la lectura: la fachada del aparcamiento está representada con los lomos de los libros que están en las estanterías interiores. Si me preguntaran ¿qué opinión tienes sobre el conjunto como solución arquitectónica? Lo que me viene a la cabeza es lo cómoda que puede sentirse una persona con discapacidad intelectual o cognitiva entre esos libros. 

 
 Biblioteca Kansas City


¿Se pueden (o se deben) dar indicaciones al proyectista, al diseñador, al arquitecto acerca de las condiciones debe cumplir su trabajo para ser accesible? Se pueden dar indicaciones cuando un espacio no reúne condiciones de accesibilidad teniendo en cuenta las habilidades y el desempeño de las personas con dicapacidad intelectual o cognitiva? Probablemente haya quienes digan que una obra es resultado de la capacidad, del conocimiento técnico o del genio de su creador. Otros dirán que es más importante la comodidad y la seguridad. Pero  aquellos que tengan que moverse en el exterior o en el interior de ese espacio sabrán que desde que entran hasta que salen puede ocurrirles cualquier “aventura”. Si están preparado ¡adelante!. Si no lo están ¡atención! Porque habrá que ir a rescatarlos. 

 
 
 

 





 


  

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